miércoles, 24 de febrero de 2010

¿Qué es FRBR?


UN MODELO CONCEPTUAL DEL UNIVERSO BIBLIOGRÁFICO∗BARBARA TILLETT(TRADUCCIÓN DE “WHAT IS FRBR?” EMITIDO POR THE LIBRARY OF CONGRESSCATALOGING DISTRIBUTION SERVICE WASHINGTON DC, 2004)

Requerimientos Funcionales para Registros Bibliográficos
∗ El texto de este folleto fue publicado originalmente en Technicalities, v. 25, no. 5 (Sep./Oct. 2003). Algunas figuras aparecieron anteriormente en: Tillett, Barbara B. "Bibliographic Relationships", en Relationships in the Organization of Knowledge, editado por Carol A. Bean y Rebecca Green. - Dordrecht : Kluwer Academic Publishers, 2001, p. 19-35. Traducción de Ana Maria Martínez Tamayo (Universidad Nacional de La
Plata). Disponible en inglés en http://www.loc.gov/cds/FRBR.html
ANTECEDENTES
De1992 a 1995, el Grupo de Estudio
de IFLA de los Requerimientos Funcionales para Registros Bibliográficos (FRBR) desarrolló un modelo de entidad-relación como una visión generalizada del universo bibliográfico, que intenta ser independiente de cualquier código de catalogación o su implementación. El mismo informe FRBR1 incluye una descripción del modelo conceptual (las entidades, relaciones y atributos o metadatos como los llamamos hoy en día), un registro bibliográfico de nivel nacional propuesto para todos los tipos de materiales y las tareas del usuario asociados con los recursos bibliográficos descriptos en los catálogos, bibliografías y otras herramientas bibliográficas.
IFLA continúa monitoreando la aplicación de FRBR y promueve su uso y evolución. El Grupo sobre FRBR de la Sección de Catalogación de IFLA, dirigido por Patrick LeBoeuf, mantiene una lista de discusión en línea y un sitio Web en http://www.ifla.org/VII/s13/wgfrbr/wgfrbr.htm. El sitio Web incluye presentaciones, herramientas de entrenamiento, una bibliografía vinculada y mucho más.
TERMINOLOGÍA
FRBR nos ofrece una nueva perspectiva sobre la estructura y relaciones de los registros bibliográficos y de referencia y también un vocabulario más preciso para ayudar a los futuros realizadores de códigos de catalogación y diseñadores de sistemas a satisfacer las necesidades del usuario. Antes de FRBR nuestras reglas de catalogación tendían a ser muy poco claras acerca del uso de las palabras “obra”, “edición” o “ítem”2. Aún en la lengua de todos los días tendemos a decir un libro cuando en realidad puede significar diversas cosas.
Por ejemplo, cuando decimos “libro” para describir un objeto físico que tiene hojas de papel y una encuadernación, algunas veces usado para mantener abierta una puerta o sostener la pata de una mesa, FRBR llama a esto un “ítem.”
Cuando decimos libro también podemos referirnos a una “publicación”, como cuando vamos a una librería y compramos un libro. Podemos conocer su ISBN, pero el ejemplar en particular no nos interesa más que para ver si está en buenas condiciones y no le faltan páginas. FRBR llama a esto una “manifestación.”
Cuando decimos libro en “quién tradujo este libro”, tenemos en mente un texto particular y un idioma específico. FRBR llama a esto una “expresión.”
Cuando decimos libro en “quién escribió este libro”, nos referimos a un nivel superior de abstracción, el contenido conceptual que subyace a todas las versiones lingüísticas, la historia a ser contada en el libro, las ideas en la cabeza de una persona para ese libro. FRBR llama a esto una “obra.”
ENTIDADES
El JSC está examinando las RCA2 para actualizar la terminología a ser aclarada cuando decimos obra, expresión, manifestación e ítem, de acuerdo con las entidades del “Grupo 1” de FRBR.
Las entidades del “Grupo 2” de FRBR son persona y entidad corporativa, que se relacionan a las entidades del Grupo 1 mediante relaciones específicas. Estas relaciones reflejan el rol de la persona o la entidad corporativa respecto a la obra, expresión, manifestación o ítem. El modelo FRBR nos muestra qué tan importante es la información de ese rol para satisfacer las tareas del usuario y para asistirlo en la navegación a través del universo bibliográfico. (Nota: este universo puede limitarse a nuestro catálogo local o puede ser el dominio de los recursos globales disponibles a través de la Web).
El valor de esta información de “rol” se vuelve aparente a la luz de FRBR. Necesitamos ganar de nuevo los vínculos perdidos de los términos y códigos “relacionales” en nuestros registros bibliográficos.
Es tiempo de reexaminar un cambio en 6la práctica de la catalogación que abandonó el uso de los términos y códigos relacionantes para reducir los costos de la catalogación. Mirando al pasado podemos ver que la decisión fue desafortunada para los futuros usuarios de nuestros registros y debe ser revertida para permitir mayor flexibilidad en la manipulación de datos bibliográficos y ofrecer mejor información a los usuarios cuando navegan en nuestros catálogos.
Las entidades del “Grupo 3” de FRBR son las materias de las obras. Estas pueden ser conceptos, objetos, eventos, lugares y cualquiera de las entidades del Grupo 1 o del Grupo 2. Por ejemplo, uno puede tener una obra acerca de otra obra o una obra acerca de una persona o entidad corporativa.
RELACIONES BIBLIOGRÁFICAS
Se ha dado mucha atención a las relaciones inherentes entre las entidades en la jerarquía del Grupo 1: obra, expresión, manifestación e ítem. Adicionalmente, hay muchas otras relaciones de contenido que permiten la reunión de ítems relacionados y la navegación a través de redes, algunas veces complejas, del universo bibliográfico3.
Las relaciones de contenido pueden verse como un continuum entre obra/expresiones/manifestaciones/ítems. Moviéndose de izquierda a derecha a lo largo de ese continuum, comenzamos con alguna obra original y relacionamos las obras, expresiones y manifestaciones que pueden considerarse “equivalente”,
es decir que comparten el mismo contenido intelectual o artístico realizado a través del mismo modo de expresión.
A continuación pasamos a obras/expresiones/manifestaciones que están relacionadas a través de una relación “derivada”. Éstas comprenden un rango de nuevas expresiones, tales como traducciones, diferentes interpretaciones, leves modificaciones y ediciones que se mueven a lo largo del continuum a través de una línea mágica donde se convierten en nuevas obras, todavía relacionadas con alguna obra original. Hacia la extrema derecha de este continuum encontramos las relaciones ‘descriptivas’ que involucran las nuevas obras que describen alguna obra original. FRBR nos recuerda la importancia de estas relaciones y nos mantiene concentrados en aquellas más importantes para satisfacer las tareas del usuario.

EQUIVALENTEPunto de corte deReglas de catalogaciónMisma obraNueva obraDERIVADADESCRIPTIVALimitaciones de parodiaRevisiónTraducciónCríticaVariaciones o versionesEdicionesSumarioResumenDigestoEdiciónanotadaEdición expurgadaDramatizaciónNovelizaciónTraducción libreEvaluaciónRevisiónRegistrodiarioComentarioEdición abreviadaOrdenamientoArgumentoLibretoEdiciónilustradaModificacionesmenoresAdaptacionesCambio de géneroOriginalMismo estilo o contenido temáticoReproducción en microformaCopiaReproduccion exactaFacsímilReimpresión“Publicación”simultáneaMisma expresiónNuevaexpresiónFamiliade ObrasNuevaobraB. TillettDec. 2001

Las relaciones todo/parte y parte/parte también están en FRBR. Cuando hacemos el control bibliográfico de los recursos electrónicos digitales, encontramos que estas relaciones todo/parte y parte/parte son especialmente relevantes. Por ejemplo, un sitio Web puede ser visto como el “todo” y sus componentes como sus “partes”, o podemos ver el recurso digitalizado completo y sus componentes como partes que necesitarán ser rastreadas a través de metadatos técnicos para almacenar y desplegar la información digital.
Las relaciones parte/parte incluyen las relaciones “secuenciales” y “acompañantes” o “de compañía”. Las relaciones acompañantes pueden ser dependientes o independientes, las cuales influirán en el número de registros bibliográficos que haremos para las obras relacionadas y sus manifestaciones.
En efecto, el número de registros que haremos es una decisión que toma el catalogador, basado sobre las políticas locales, reflejando las necesidades del usuario local. Podemos elegir catalogar en varios niveles: la colección de obras (FRBR llama a esto una agregación), una obra individual o el componentes de una obra.
En el nivel de colección podemos incluir una descripción de todas las partes y debemos proporcionar acceso a cada uno de los componentes. En el nivel de componente debemos proporcionar un vínculo para relacionarlo al “todo”. FRBR nos recuerda que estas relaciones son factores importantes para satisfacer las tareas del usuario, independientemente de lo que elegimos como el “todo.”
TAREAS DEL USUARIO
¿Qué son estas tareas del usuario de FRBR? Brevemente, son encontrar, identificar, seleccionar y obtener. “Encontrar” involucra satisfacer los criterios de búsqueda del usuario a través del atributo o la relación de una entidad. Esto puede verse como la combinación de los objetivos tradicionales del catálogo de “encontrar” y “colocar”. “Identificar” permite al usuario confirmar que ha encontrado lo que buscaba, diferenciándolo entre recursos similares. “Seleccionar” involucra satisfacer los requerimientos del usuario con respecto al contenido, formato físico, etc. o rechazar una entidad que no satisface las necesidades del usuario. “Obtener” permite al usuario adquirir una entidad mediante compra, préstamo, etc., o acceso electrónico remoto.
Adicionalmente, FRBR reconoce la importancia de ser capaz de navegar, y podríamos añadir otras tareas relevantes a los usuarios específicos, como la gestión de derechos o comunidades de preservación. Estas tareas del usuario refuerzan los objetivos tradicionales del catálogo, descriptos por Cutter en 1876 de permitir al usuario encontrar y colocar juntas las obras4.
IMPACTO EN LAS REGLAS DE CATALOGACIÓN
FRBR brinda hoy en día una oportunidad para reexaminar nuestras reglas y principios de catalogación. El Comité Conjunto Permanente para la Revisión de las Reglas Angloamericanas de Catalogación (JSC) está usando los FRBR no sólo para actualizar la terminología, sino también para reexaminar y, tengo la esperanza, mejorar los tradicionales dispositivos de vinculación de títulos uniformes a la luz de FRBR. Quizás una citación en el nivel expresión o en el nivel obra pueda proporcionar una reencarnación mejorada de los tradicionales títulos uniformes, que pueda ofrecer mejores capacidades de colocación y diferenciación que los actuales títulos uniformes. Otras organizaciones profesionales como IAML, IFLA, ALA, etc., participarán en este reexamen.
El JSC también está explorando los modos de expresión de FRBR y algunos de los atributos de las manifestaciones para revisar los GMD (designadores generales de material). Las capacidades de despliegue de los sistemas en línea (tales como los íconos usados en algunos sistemas hoy en día) podrían ser evaluadas como medios adicionales de transmitir información acerca del modo de expresión y el tipo de soporte o contenedor disponible, reemplazando los GMD como los conocemos hoy en día, con un dispositivo que satisfaga mejor las necesidades del usuario.
FRBR está obteniendo logros incluso más allá de las RCA. La Primera Reunión Internacional de Expertos sobre un Código Internacional de Catalogación (IME ICC) de IFLA, realizada del 28 al 30 de julio en Francfort, Alemania, también brindará una oportunidad para reexaminar los Principios de París de 1961 a la luz de FRBR y los ambientes en línea de hoy.
IMPACTO EN LAS ESTRUCTURAS BIBLIOGRÁFICAS
La investigación inicial de OCLC sobre FRBR, respecto a su base de datos de más de 40 millones de registros World Cat, ha mostrado que más del 80% de estos registros reflejan una manifestación individual por obra5. Podríamos interpretar esto como la posibilidad de permitir que nuestros sistemas locales creen automáticamente los registros de autoridades, basados en los asientos que construimos de acuerdo con las reglas de catalogación, cuando obtenemos la primera obra de un creador. Sólo necesitaríamos hacer un trabajo más extenso para menos del 20% de los ítems, una vez que obtenemos la segunda o tercera manifestación (como sugirió Jennifer Younger hace varios años6). Más interesante aún, podríamos proporcionar encabezamientos de materia y clasificación al registro de autoridad para la obra, hacerlo una sola vez allí, en vez de un modo redundante para cada registro bibliográfico de cada manifestación. Nuestros registros bibliográficos de hoy en día típicamente reflejan manifestaciones particulares.
De manera similar, podríamos vincular los registros de autoridades de personas y entidades corporativas con los registros de autoridades de la “obra” relacionada, cuando hay una relación de “creador”, al registro de autoridad de la obra. Los registros de autoridad para las “expresiones” podrían también vincularse a los registros de autoridades de persona o entidad corporativa en una relación “realizada mediante”. Estas relaciones pueden usarse para los
sistemas, estableciendo la forma de citación de la obra y expresiones asociadas, que puedan luego usarse como un dispositivo de vínculo para la reunión y navegación. Los nuevos modelos de estructuras bibliográficas podrían evolucionar para satisfacer mejor las necesidades del usuario.
DISEÑO Y APLICACIONES DE SISTEMAS
FRBR promete tener una profunda influencia sobre el futuro diseño de sistemas. Los distribuidores y consorcios bibliográficos como VTLS, OCLC y RLG están ya incorporando el modelo conceptual de FRBR para diseñar sus futuros sistemas. Estos y otros distribuidores están comprometidos en la discusión sobre FRBR a través del Grupo de Trabajo sobre Variaciones de Formato del JSC, dirigido por Jennifer Bowen. Aunque avanza un tanto lentamente en Estados Unidos, FRBR ha sido fundamental para recientes desarrollos de sistemas en Australia y Europa por muchos años7.
CONCLUSIONES
La terminología FRBR, sus relaciones y las tareas del usuario ya están ayudándonos a revisar nuestras tradiciones en catalogación, a la luz del ambiente digital de hoy en día. Este trabajo con IFLA se ha difundido por todo el mundo y proporciona un modelo conceptual para guiarnos por muchos años más. IFLA, junto con otras partes interesadas, continuará promoviendo la aplicación de este modelo para facilitar la normalización internacional y reducir los costos de la catalogación a escala global.
NOTAS

1. Functional requirements for bibliographic records: final report / IFLA Study Group on the Functional Requirements for Bibliographic Records. – München : K.G. Saur, 1998. (UBCIM publications, new series ; v. 19). También disponible en http://www.ifla.org/VII/s13/frbr/frbr.htm o http://www.ifla.org/VII/s13/frbr/frbr.pdf

2. Gracias a Patrick LeBoeuf por la analogía de libro.

3. Tillett, Barbara B. Bibliographic relationships. En: Relationships in the organization of knowledge, editado por Carol A. Bean y Rebecca Green. – Dordrecht : Kluwer Academic Publishers, 2001, p. 19-35.

4. Cutter, Charles A. Rules for a printed dictionary catalogue. – Washington, D.C. : Government Printing Office, 1876, p. 10.

5. Hickey, Thomas. FRBR algorithms & tools [en línea]. [Dublin, Ohio]: June 20, 2002. Disponible en http://staff.oclc.org/~hickey/presentations/frbrAlgorithms20020620_files/frame.htm

6. Younger, Jennifer. “Resources description in the digital age,” Library Trends, v.45 (Winter 1997), p. 462-487.

7. Los ejemplos de recientes aplicaciones incluyen AustLit, el VisualCat de Dinamarca, Fiction Finder de OCLC, el futuro diseño de WorldCat de OCLC, los planes del catálogo colectivo Web de RLG, el prototipo para el sistema Virtua de VTLS y los conceptos subyacentes a , el modelo ABC en el Proyecto Harmony (EUA, UK y Australia) y el proyecto de música digital Variations2 de la Indiana University.

DRA. BARBARA B. TILLETT
-Chief-
CATALOGING POLICY & SUPPORT OFFICE
LIBRARY OF CONGRESS
La Dra. Tillett es también la actual Presidenta de la Sección de Catalogación de IFLA, miembro del Comité Conjunto Permanente para la Revisión de las Reglas Angloamericanas de Catalogación y fue consultora del Grupo de Estudio de IFLA de los Requerimientos Funcionales para Registros Bibliográficos, junto con Tom Delsey, Elaine Svenonious y Beth Dulabahn. Actualmente trabaja con otras personas en la extensión de este modelo al control de autoridades con el director, Glenn Patton, y el Grupo de Trabajo de IFLA sobre Numeración y Requerimientos Funcionales para Registros de Autoridades, con el
consultor Tom Delsey.
REFERENCIAS
Hickey, Thomas & Vizine-Goetz, Diane. Implementing FRBR on large databases [en línea]. [Dublin, Ohio]: [OCLC], 2002 [citado 31 de diciembre de 2002]. Disponible en: http://staff.oclc.org/~vizine/CNI/OCLCFRBR_files/frame.htm
Hickey, Thomas B., O’Neill, Edward T. & Toves, Jenny. Experiments with the IFLA Functional requirements for bibliographic records (FRBR). En: D-Lib Magazine [en línea], Sept. 2002, v. 8, no. 9. Disponible en: http://www.dlib.org/dlib/september02/hickey/09hickey.html (ISSN 1082-9873).
O’Neill, Edward. FRBR: application of the entity-relationship model to Humphry Clinker: ALCTS/CCS/Cataloging and Classification Research Discusion Group, Saturday, June 15, 2002 ... Atlanta … [en línea]. [Búfalo, NY: Judith Hopkins] Junio 2002? [Citado 27 de agosto de 2002]. Disponible en http://www.acsu.buffalo.edu/~ulcjh/FRBRoneill.html
O’Neill, Edward. FRBR (Functional requirements for bibliographic records): application of the entity-relationship model to Humphry Clinker. En: Library Resources and Technical Services (2002) v. 46, no. 4, p. 150-159. (ISSN 0024-2527).
OCLC. OCLC research activities and IFLA’s Funtional requirements for bibliographic records [en línea]. Dublin, Ohio: OCLC, cop. 2002 [citado 16 de Julio de 2002]. Disponible en: http://www.oclc.org/research/projects/frbr/index.shtm Con vínculos a cuatro proyectos de OCLC: Case study: the FRBRization of Humphry Clinker http://www.oclc.org/research/projects/frbr/clinker/index.shtm, Extending the case of Clinker http://www.oclc.org/research/projects/frbr/2_works.shtm, Algorithm development and testing http://www.oclc.org/research/projects/frbr/3_algorithm.shtm, Fiction Finder http://www.oclc.org/research/projects/frbr/4_fictfinder.shtm [citado el 31 de diciembre de 2002].





















CENTROS DE PROCESAMIENTO, REDES Y PROGRAMAS COOPERATIVOS

INTRODUCCIÓN
El continuo crecimiento en el volumen de materiales publicados y el incremento en el uso de computadoras y telecomunicaciones para transmitir información bibliográfica y documentos del productor al consumidor producen como resultado la necesidad de mayores y mejores servicios bibliotecarios. El impacto de la automatización ha cambiado significativamente los modelos tradicionales de catalogación y procesamiento de materiales bibliotecarios. La mayoría de las bibliotecas y sistemas bibliotecarios han optado por una de dos posibilidades: centralizar sus servicios técnicos, o concretar acuerdos cooperativos con otras bibliotecas, a través de varios niveles de trabajo en red. Algunas otras bibliotecas compran el procesamiento de sus materiales a proveedores comerciales. Así, tenemos procesamiento centralizado, procesamiento cooperativo, y procesamiento comercial, en la mayoría de los casos automatizado.

Para casi todas las bibliotecas norteamericanas, Library of Congress (LC) ha sido la fuente primaria de información bibliográficos por décadas. Con el advenimiento de la automatización, los productos bibliográficos de LC han sido reenvasados o reformateados por proveedores comerciales, redes y bibliotecas individuales. Como resultado, se han desarrollado grandes bases de datos que tienen como núcleo a los registros de LC. Algunas bibliotecas utilizan directamente estas bases de datos para sus operaciones catalográficas, y otras bibliotecas acceden a ellas a través de un servicio bibliográfico; también las utilizan los proveedores comerciales que brindan procesamiento para otras bibliotecas.

Las operaciones catalográficas de mayor envergadura tienen usualmente dos líneas de producción: catalogación por copia y catalogación original. La operación de catalogación por copia es generalmente la unidad más grande, dotada de técnicos bien entrenado llamados “catalogadores por copia”, quienes editan registros bibliográficos ya existentes hallados tanto en formato legible por computadora como sobre fichas impresas o fichas de prueba en el National Union Catalog (NUC), o en otras herramientas bibliográficas. La operación de catalogación original cuenta generalmente con una pequeña cantidad de “catalogadores originales” con una formación profesional, que preparan registros bibliográficos cuando no se ha encontrado catalogación a “copiar” para la obra que se está procesando.

Las operaciones de catalogación son actualmente una parte integral del procesamiento automatizado. El desarrollo de redes mediante el uso de telecomunicaciones y computadoras ha incrementado la cooperación en materia de servicios y sistemas de procesamiento. La automatización ha eliminado virtualmente a la biblioteca individual aislada que hace sus propios pedidos, catalogación, y preparación física de materiales.

*Este capítulo ha sido editado,reescrito, y provisto de nuevos materiales por Barbara B. Tillet.

SERVICIOS BIBLIOGRAFICOS DE LA LIBRARY OF CONGRESS

Los registros bibliográficos de LC ofrecen una cobertura completa de los materiales, tanto extranjeros como nacionales, catalogados por Library of Congress. LC es, por supuesto, el receptor del depósito de copyright para obras nacionales. Dos leyes federales incrementaron significativamente la cobertura de materiales extranjeros a partir de principios de la década del ´60. Una de ellas autorizaba a ciertos países extranjeros a pagar algunas de sus deudas con los Estados Unidos enviando materiales impresos. La otra autorizaba a LC a adquirir, catalogar, y distribuir esos registros bibliográficos para todos los materiales de valor para la investigación publicados en países extranjeros. El empuje de la legislación benefició no sólo a LC, sino también a todas las bibliotecas de investigación norteamericanas.
Cataloging Distribution Service (CDS)

En 1975, la Card Division de LC cambió su nombre por el de Cataloging Distribution Service (CDS)
[1]. El cambio reflejó la tendencia a pasar del formato impreso al formato legible por máquina en la distribución de registros bibliográficos. La distribución de materiales impresos incluye la venta de LC Rule Interpretations, LC´s Subject Cataloging Manuals, los esquemas de Library of Congress Classification, Library of Congress Subject Headings, etc. (CDS discontinuó la producción y venta de fichas impresas en 1997). La mayoría de estas herramientas de catalogación están disponibles en Cataloger´s Desktop y Classification Plus en CD-ROM con actualizaciones trimestrales. Los registros de autoridad de LC para nombres y materias, y también los registros bibliográficos de LC, están disponibles a través de MARC Distribution Services de CDS.

Cataloging in Publication (CIP)

En la actualidad, la mayoría de los libros norteamericanos llevan una descripción bibliográfica parcial, es decir autor, título, mención de serie, notas, entradas de materia y entradas secundarias, número de clasificación de LC, número de Clasificación Decimal de Dewey, y número de control de LC, en el reverso de la portada. El programa responsable de proporcionar esta información bibliográfica es conocido como Cataloging in Publication (CIP). Este programa se inició en 1971. Los editores cooperan enviando a LC formularios de datos, en papel o formato electrónico, y las páginas preliminares de los libros próximos a ser publicados, para una catalogación preliminar anterior a la publicación de esos libros. Los registros CIP están disponibles en cintas magnéticas MARC (Machine-Readable Cataloging), siendo luego suplantados por el registro completo en formato legible por máquina, cuando éste está disponible. Los registros CIP son útiles como fuente de fácil acceso para los números de control de LC (LCCN). También pueden ser utilizados para asistir en el establecimiento de encabezamientos de nombres. Algunas bibliotecas usan los registros CIP para hacer una catalogación preliminar y después incrementan la información del registro cuando aparecen los registros completos de LC. Otras bibliotecas pueden usar el breve registro CIP en lugar de la catalogación completa, satisfechas con el registro de nivel mínimo que éste provee. La ilustración de abajo muestra el formato y apariencia de la información de CIP:


Datos de Cataloging in Publication de Library of Congress

Anglo-American cataloguing rules / prepared under the direction of the Joint Steering Committee for Revision of AACR, a committee of the American Library Association, the Australian Committee on Cataloguing, the British Library, the Canadian Committee on Cataloguing, the Library Association, the Library of Congress. – 2nd ed., 1998 revision.
p. cm.
Includes index.
ISBN 0-8389-3486-2. – ISBN 0-8389-3485-4 (pbk.)
1. Descriptive cataloging–Rules I. Joint Steering Committee for Revision of AACR. II. American Library Association.
Z694.15.A56A53 1998
025.3´2-dc21
98-8479


MARC Distribution Service / Machine-Readable Cataloging (MARC)

La importancia de LC para el establecimiento de la práctica catalográfica se hizo más evidente con la introducción del MARC Distribution Service
[2]. El estudio inicial comenzó en 1964; desde esa época, una amplia experimentación dio origen a MARC I y MARC II, Retrospective Conversion (RECON), Cooperative Machine Readable Cataloging (COMARC), los proyectos piloto británicos de UK/MARC, la integración de formatos MARC en 1995, y la armonización de USMARC y CAN/MARC en el MARC 21 en 1999.

En un principio, sólo se producían registros para monografías en lengua inglesa, pero actualmente hay formatos disponibles para materiales de archivo, materiales audiovisuales, archivos de computadora, películas, manuscritos, mapas, música y publicaciones seriadas así como para libros. En adición, la Library of Congress cataloga en alrededor de 400 lenguas. Los registros MARC para materiales en varias lenguas de alfabeto no latino (árabe, hebreo, chino, japonés, coreano, persa, e yiddish) utilizan los juegos de caracteres correspondientes a cada lengua. Otras lenguas en alfabetos no latinos se transliteran al crear los registros MARC.

La base de datos automatizada de Conversion of Serials (CONSER) fue patrocinada por el Council on Library Resources (CLR), utilizando los medios en línea de OCLC, y se distribuye a través de MARC Distribution Service-Serials. Desde sus comienzos a mediados de 1976 con cerca de 30.000 registros LC/MARC de publicaciones seriadas, y aceptando la información provista por 14 bibliotecas norteamericanas, llegó a reunir casi 200.000 registros en sus dos años iniciales. Sólo un tercio de ellos fueron autenticados por LC y la National Library of Canada (los Centros de Responsabilidad Designados), pero el número de verificaciones ha aumentado cada año. Los planes originales contemplaban que LC se hiciera cargo por completo del programa luego de concluidos los dos años del programa piloto, pero al presentarse dificultades en la en la expansión de la capacidad de automatización de LC, OCLC acordó seguir manteniendo la base de datos, asumiendo a la vez responsabilidad por su administración. LC continúa coordinando el proyecto y manteniendo los registros CONSER a través del Program for Cooperative Cataloging (PCC).

Otro proyecto, el REMARC, de conversión retrospectiva, se encargó de crear registros bibliográficos legibles por máquina de materiales catalogados previamente en fichas. La base de datos REMARC fue creada por Carrollton Press a partir de 1980. El objetivo era convertir al formato MARC cerca de cinco millones de títulos catalogados por LC entre 1897 y 1968 (el año que la mayor parte de la catalogación de monografías en lengua inglesa de LC comenzó a estar disponible en formato MARC). Carrollton también convirtió algunos ítems catalogados por LC desde 1968 que no habían sido ingresados a la base de datos MARC por LC (por ejemplo, ítems en lengua extranjera que fueron introducidos en distintas fases del programa MARC a lo largo de la década del ’70). Esos registros están disponibles a través de AutoGraphics, el actual propietario de REMARC. Los usuarios del catálogo en línea de LC pueden ver esos registros identificados como “PREMARC”, pero no están incluidos en el MARC Distribution Service de LC.

Otros proyectos para incrementar la base de datos de LC MARC comenzaron como experimentos en catalogación cooperativa. A principios de los ‘80 la University of Chicago y la Harvard University se unieron con LC para crear registros de catalogación en formato MARC. El personal bibliotecario tanto de Harvard como de Chicago ingresaba registros bibliográficos directamente en la base de datos de LC, los que luego eran distribuidos conjuntamente con los registros de LC a los suscriptores de MARC. Este proyecto se expandió hasta convertirse en el National Cooperative Cataloging Project (NCCP), y en 1995 pasó a ser el PCC.

El crecimiento y la aceptación casi universal de los formatos MARC, y aún más, la publicación de las Reglas de Catalogación Anglo-Americanas. Segunda Edición (AACR2), puso de relieve la necesidad de registros de autoridad legibles por máquina. A fines de la década del ’70 se desarrolló un formato MARC para registros de autoridad de nombres, y LC comenzó a crear registros de autoridad de nombres en 1978. Más tarde, se expandió el formato MARC de autoridades para incluir materias, series, y títulos uniformes. Todos los nuevos nombres, series, títulos uniformes, y materias se ingresan actualmente en la base de datos de LC en formato MARC de autoridades, y muchos registros han sido convertidos retrospectivamente.

MARC Distribution Service ofrece suscripciones a uno o varios de sus servicios. Pueden recibirse sólo registros de libros, materiales visuales, música, archivos de computadora, mapas, o publicaciones seriadas del CONSER, o todos ellos. También están disponibles registros de autoridad de nombres y de materias. Un catálogo de productos describe este servicio
[3]. Todos los servicios bibliográficos importantes están suscriptos al MARC Distribution Service. También están disponibles los manuales de los formatos MARC 21.

Además de los registros MARC 21 creados por LC y la National Library of Canada, otros países han aceptado el formato MARC con ligeras variantes para la creación de registros catalográficos legibles por máquina, tal como UKMARC, utilizado en parte del Reino Unido. Algunos otros países utilizan las variaciones del formato UNIMARC establecido a través de la IFLA (International Federation of Library Associations and Institutions), o tienen su propio formato nacional, como el MAB en Alemania. El mapeo entre estos formatos posibilita compartir registros a nivel internacional.


PROCESAMIENTO CENTRALIZADO

En sistemas bibliotecarios que sirven a una región, condado, municipalidad, universidad, distrito escolar, empresa comercial, o agencia de gobierno en su totalidad, normalmente una oficina central de procesamiento maneja la adquisición y preparación de materiales para todas las sucursales de servicio al público. Puede ser que las subunidades hagan un chequeo final de los registros y los incorporen a sus catálogos locales, pero si es necesaria una revisión significativa de los registros, éstos generalmente vuelven a la oficina central. Este tipo de organización recibió un fuerte impulso con el rápido crecimiento de los sistemas de bibliotecas después de la Segunda Guerra Mundial.

El término procesamiento centralizado puede ser definido de manera amplia como cualquier esfuerzo consolidado para concentrar bajo una sola unidad de control las operaciones técnicas necesarias para preparar materiales bibliotecarios para el acceso y uso en diferentes puntos de servicio. En la siguiente presentación del tema, se hacen varios comentarios que se aplican igualmente bien – tal vez con algunas ligeras modificaciones—a esfuerzos cooperativos y aún a fuentes comerciales de catalogación. El lector puede trasladar tales observaciones a los temas en los que pueden ser aplicadas.

Los centros de procesamiento adoptan diversas formas, pero generalmente pueden ser agrupados en grandes categorías de acuerdo a una o más características principales. Agrupándolos por tipos de servicios ofrecidos pueden ser:

* Centros responsables de la adquisición y procesamiento técnico completo, incluyendo la aplicación de marcas de propiedad y/o cubiertas protectoras.

* Centros que realizan las compras, catalogan y clasifican

* Centros que sólo catalogan y clasifican


Crear un centro de procesamiento para un grupo de bibliotecas o sucursales tiene, por supuesto, sus ventajas. Ellas incluyen:

* Aumento en la eficiencia al manejar más material a menor costo

* Catalogación de superior calidad

* Centralización y simplificación de procedimientos

* Mejor aprovechamiento del personal a través de la especialización

* Uso de equipamiento más sofisticado

* Oportunidades para crear catálogos colectivos

También existen problemas. Las variaciones locales en materia de procesamiento han de ser identificadas y coordinadas, o, si es necesario, eliminadas. La justificación económica deber cuidadosamente determinada, tanto antes como después de la toma de decisiones, para asegurarse que es real, no imaginaria. Muchos informes descriptivos de centros individuales carecen de apreciación autocrítica y estudios de seguimiento, especialmente en sus análisis de costos. La eficiencia en la operación es generalmente función del tamaño. Debe determinarse el volumen “óptimo” de procesamiento en un centro dado. Combinando varios tipos diferentes de bibliotecas (por ejemplo, escolares y públicas) dentro de un sistema puede conducir a problemas que aún una organización altamente estructurada no puede resolver. A menudo aprendemos tanto de nuestros fracasos como de nuestros más exitosos intentos de consolidación.



SISTEMAS COOPERATIVOS
El principal rasgo que diferencia al procesamiento cooperativo del centralizado es que la aproximación cooperativa involucra varias bibliotecas o sistemas independientes. Usualmente, cada miembro continúa ejecutando una parte de sus propias tareas de servicio técnico, dependiendo del intercambio de datos para lograr una cobertura más amplia, o dejando una porción considerable de su procesamiento para ser ejecutado como un proyecto grupal. También en este caso se anticipa un mejor uso de recursos, personal, y equipamiento, así como mayores descuentos sobre compras en bloque. La necesidad de mayor estandarización en la adquisición, catalogación, y procesamiento puede volverse tanto una ventaja como un factor de disrupción.

Hay un cierto número de convenios cooperativos en los que varias bibliotecas comparten una terminal única conectada a un servicio bibliográfico. Varias bibliotecas con presupuestos pequeños y poco personal pueden mancomunar recursos para compartir una membresía en un servicio bibliográfico. Algunas de estas bibliotecas pueden usar la terminal sólo unas pocas horas al mes; otras pueden usarla un día a la semana. Los bibliotecarios deben trasladarse al lugar donde está ubicada la terminal y deben proyectar cuidadosamente el uso del tiempo de la terminal.


CATALOGOS COLECTIVOS
Los proyectos de catálogos colectivos no son, estrictamente hablando, un tipo de convenio de procesamiento, pero son esenciales para que un centro de procesamiento tenga éxito, y pueden ser una condición sine qua non de un sistema cooperativo. Por ejemplo, el Bibliographical Center for Research (BCR), en Denver, se inició en 1936 con un subsidio de la WPA
[4] para desarrollar un catálogo colectivo basado en una copia depositaria del catálogo en fichas de Library of Congress, en la que las fichas estaban marcadas para indicar las existencias de las bibliotecas miembro en el área de Rocky Mountain. El catálogo fue diseñado principalmente para servir al BCR como centro distribuidor para préstamos interbibliotecarios regionales. En 1975, después de un período de declinación en el número de miembros y de ingresos reducidos, se anunciaron nuevos objetivos, incluyendo la provisión de servicios de OCLC, con apoyo a los miembros en otros campos relacionados como comunicación, estudio de sistemas, y simulación de redes. El catálogo colectivo y los servicios de préstamo interbibliotecario continuaron, pero se disminuyó el énfasis en ellos a favor de nuevas formas de cooperación. Como BCR, la mayoría de los proyectos de catálogos colectivos en forma de ficha impresa son valorados actualmente sobre todo por haber promovido los primeros esfuerzos de cooperación bibliotecaria en muchas clases de consorcios y redes.

Algunos de esos consorcios y redes han producido catálogos colectivos en línea en varios niveles:

· Catálogos colectivos internacionales en línea de los principales servicios bibliográficos
· Redes multi-institucionales regionales o estaduales, tales como el catálogo colectivo de bibliotecas en Illinois o Wisconsin
· Catálogos colectivos de una única institución, desde el catálogo colectivo en línea de los nueve campus de la Universidad de California hasta el catálogo colectivo para las sucursales de una biblioteca pública individual

Hay también catálogos colectivos para tipos específicos de materiales, tales como el Union Catalog of Newspapers en OCLC y numerosos catálogos colectivos de publicaciones seriadas, incluyendo aquellas disponibles a través de los servicios bibliográficos.



PROGRAMA PARA COOPERACIÓN EN CATALOGACIÓN
(PROGRAM FOR COOPERATIVE CATALOGING, PCC)

Iniciado en febrero de 1995, el PCC creció a partir de las actividades cooperativas de los 20 años previos. LC comenzó NACO a fines de la década del ‘70 y expandió los proyectos cooperativos para la contribución de registros bibliográficos completos en NCCP. En noviembre de 1992, varios participantes en programas bibliotecarios cooperativos se reunieron y formaron el Cooperative Cataloging Council (CCC), que condujo estudios para determinar una dirección estratégica para futuros proyectos cooperativos. El resultado fue el PCC, que incorporó el programa CONSER en octubre de 1997. PCC tiene ahora cuatro componentes:

NACO (programa de control de autoridad de nombres)
SACO (programa de control de autoridad temática)
BIBCO (programa de registro bibliográfico)
CONSER (programa cooperativo de seriadas en línea)

De acuerdo a su folleto de presentación, PCC es “un proyecto de cooperación internacional cuyo principal objetivo es expandir el acceso a registros bibliotecarios, proveyendo una catalogación útil, rápida y a un mínimo coste presupuestario, siguiendo reglas y estándares comúnmente aceptados por bibliotecas en todo el mundo”
[5]. Los participantes contribuyen registros a través de RLIN u OCLC, y LC distribuye esos registros a través del MARC Distribution Service.

Una de las principales iniciativas del PCC ha sido la promoción de un estándar para lo que PCC llama el “registro básico”, un registro bibliográfico que contiene todos los elementos de datos bibliográficos esenciales. El propósito es producir registros bibliográficos que puedan ser creados rápidamente y utilizados por otros con poca o ninguna edición, reduciendo así el costo total de catalogación.


SERVICIOS BIBLIOGRAFICOS EN LINEA

Diversas definiciones de trabajo en red desarrollan criterios o condiciones teóricas. En la práctica, sin embargo, el término cubre cualquier intercambio sistemático de materiales, datos bibliográficos, servicios, información, u ocasionalmente, la transferencia de tales recursos desde una oficina central a un cierto número de bibliotecas. El término red ha sido usado para describir organizaciones formadas por varias bibliotecas, diseñadas para facilitar préstamo interbibliotecario, referencia, intercambio de duplicados, procesamiento, y otras tareas similares. Nuestro interés en esta sección se centra en la última de las actividades mencionadas.

Hay actualmente dos grandes servicios bibliográficos en línea en los Estados Unidos: OCLC Online Computer Library Center (OCLC)
[6], que recientemente se fusionó y absorbió a la antigua Western Library Network (WLN), y Research Libraries Information Network (RLIN)[7]. Un tercer servicio, A-G Canada Ltd., también presta servicios a algunas bibliotecas en los Estados Unidos, aunque la mayoría de sus miembros está en Canadá[8]. La Network Development Office de LC acuñó el término servicio bibliográfico para estos sistemas de procesamiento en línea, y así se los denomina comúnmente en la actualidad. Este término refiere a proveedores de registros catalográficos computarizados para distinguirlos de los centros de servicio bibliográfico o redes regionales, por ejemplo, Southeastern Library Network (SOLINET), que sirven como distribuidores regionales, proveyendo comunicación, entrenamiento, y servicios de intermediación para las bibliotecas participantes.

Los servicios bibliográficos buscan hacer que la información catalográfica esté amplia y convenientemente disponible, fomentar rapidez y eficiencia en el procesamiento, reducir el personal y costo de las operaciones técnicas, y facilitar el intercambio de recursos. El énfasis varía según los tipos de bibliotecas a los que un servicio está diseñado para servir. RLIN, por ejemplo, está dirigido a satisfacer las necesidades de grandes bibliotecas de investigación, mientras OCLC está orientado a un espectro más amplio. A medida que muchos servicios bibliográficos evolucionaban, sus objetivos se ampliaron para incluir apoyo a diferentes funciones bibliotecarias.

Aunque los objetivos de los dos principales servicios bibliográficos son similares, sus servicios, costos, y procedimientos operacionales difieren considerablemente. Cada uno ofrece rasgos únicos que involucran ventajas y desventajas para diferentes miembros. La biblioteca que tiene potencialmente acceso a más de un servicio bibliográfico debe considerar cuidadosamente factores tales como costo, tamaño de la base de datos, adaptación a sus necesidades, tipos de contratos de servicio, convenios de entrenamiento y soporte, y la membresía entre bibliotecas vecinas.



OCLC Online Computer Library Center (OCLC)

Es la más antigua y más grande de las redes bibliográficas, y fue constituida legalmente en 1967 como Ohio College Library Center, estableciendo un sistema de catalogación compartida en línea, con un catálogo colectivo en línea, de las 54 bibliotecas académicas de Ohio. Las operaciones en línea comenzaron en 1971 y se expandieron rápidamente. En 1999 había más de 33.700 bibliotecas participantes en todo el mundo, catalogando la mayoría de sus materiales a través del uso de los registros en línea existentes, e ingresando sus registros catalográficos originales para el uso cooperativo por otros miembros. En 1978 cambió su nombre al acrónimo OCLC, Inc., quitando énfasis a su antigua connotación regional. Al mismo tiempo, se modificó su estructura de gobierno para permitir que bibliotecas fuera de Ohio tuvieran participación igualitaria en su dirección.

En 1981 el nombre oficial fue cambiado a OCLC Online Computer Library Center, Inc., en respuesta al hecho de que mucha gente pensaba que la sigla “OCLC” debía representar algo. Un Users´ Council (Consejo de Usuarios), elegido entre los participantes agrupados en las redes de servicio regionales, elige de entre sus miembros seis de los 15 que integran el Board of Trustees (Consejo de Directores). El User´s Council también asesora al Board, que es el órgano de gobierno de la institución. Hay además varios Advisory Committees (Comités de Asesoramiento), incluyendo el Advisory Committee on College and University Libraries (ACCUL), Advisory Committee on Public Libraries (ACPL), Advisory Committee on Special Libraries (ACSL), Higher Education Policy Advisory Committee, y Research Libraries Advisory Committee (RLAC) integrado por 12 directores de bibliotecas de investigación. RLAC se reúne tres veces al año para articular las necesidades e intereses especiales de las bibliotecas de investigación que son miembros de OCLC. Otros comités asesores son Advisory Committee on Collections and Technical Services, Advisory Committee on Resource Sharing, Advisory Committee on Reference Services, y Advisory Committee on Research.

OCLC presta servicio a las bibliotecas individuales en gran parte a través de 16 redes intermediarias, entre las que se cuentan AMIGOS, FEDLINK, NELINET, OHIONET, SOLINET, y BCR. Los estados del oeste, Europa, Medio Oriente y Africa, América Latina y el Caribe, el Pacífico Asiático y Canadá tienen en cada caso un centro de servicio regional mantenido por el mismo OCLC, y hay unos pocos miembros independientes. Los intermediarios negocian contratos grupales en nombre de sus afiliados, ejecutan perfiles y entrenamiento de personal de acuerdo a las necesidades específicas de cada miembro, se encargan de la facturación y otros procedimientos comerciales, y ofrecen asistencia general en la utilización efectiva de los servicios de OCLC. La mayoría de las redes regionales se financian a través de cuotas de los miembros más recargos sobre las tarifas de OCLC.

El servicio primario de OCLC ha sido siempre el subsistema de catalogación en línea que crea una base de datos llamada WorldCat (el Online Union Catalog de OCLC). Debido a lo difundido de su uso, se lo describe brevemente aquí, pero esta reseña no intenta ser una introducción completa a su funcionamiento
[9]. Al utilizar este subsistema, una biblioteca tiene acceso a una base de datos de más de 38 millones de registros bibliográficos, para los cuales hay más de 685 millones de localizaciones registradas. La base de datos está en constante expansión por la incorporación de los registros MARC en cinta magnética de LC y catalogación adicional por parte de los afiliados, a razón de un registro cada 15 segundos aproximadamente. Un miembro autorizado del personal bibliotecario en cualquiera de las terminales conectadas al sistema vía línea dedicada, acceso telefónico, o acceso a través de la Web puede acceder a cualquier registro, editar los datos para que concuerden con el ítem que se está procesando, y añadir menciones de existencia, localizaciones, u otros datos internos. Para aquellas bibliotecas con catálogos en fichas, se producen fichas fuera de línea en la oficina central de OCLC en Dublin, Ohio, que se despachan diariamente. Estas fichas vienen ordenadas en paquetes de acuerdo a las especificaciones de la biblioteca miembro, listas para su inmediata intercalación en los catálogos locales. Otras bibliotecas reciben sus registros en cintas magnéticas, mientras otras descargan registros bibliográficos y de autoridad directamente a sus sistemas automatizados locales.

En 1990 OCLC comenzó la operación de un nuevo servicio en línea, PRISM. Este utiliza la misma base de datos que fue creada en el primer sistema en línea, pero con una nueva arquitectura de sistemas de computadoras cuyo resultado es el aumento en las capacidades del sistema. Se puede buscar en WorldCat por nombre personal, nombre corporativo o de conferencia; una combinación de nombre y título; título; Número de Control de LC; ISBN; ISSN; CODEN; o número de control de OCLC, a través del uso de claves de búsqueda especiales. Cualquiera de estas búsquedas, excepto el número de control de OCLC, pueden ser modificadas por tipo de material o por fecha de publicación. Una característica fundamental de PRISM es que permite que cualquiera de estas dos claves de búsqueda (excepto el número de control de OCLC) puedan ser combinadas usando el operador booleano AND. PRISM también incluye una función de hojeo (browsing) de título en el que los usuarios ingresan tanto o tan poco de un título como conozcan. La respuesta muestra el lugar apropiado en el índice de título y los usuarios pueden recorrer la lista hacia arriba o hacia abajo para encontrar el título deseado.

Además de WorldCat, se encuentran disponibles los archivos de autoridad de NACO y SACO de LC. En ellos también pueden hacerse búsquedas por claves de búsqueda como en Worldcat. Cuando se encuentra un registro de autoridad puede visualizarse en “Display Copy”, y el usuario puede entonces ir y venir entre el registro de autoridad y un registro bibliográfico en “Main Display”. Esta opción también puede ser utilizarse para ir y venir entre dos registros de autoridad o entre dos registros bibliográficos. Y, utilizando esta opción en el proceso de edición, uno puede “cortar y pegar” bloques de texto dentro de registros bibliográficos tanto desde registros de autoridad como desde otros registros bibliográficos. Existe también una función que permite generar un registro de autoridad básico de manera automática desde un encabezamiento en un registro bibliográfico, lo que es una ayuda para los participantes de NACO.

Otro servicio disponible a través de OCLC es su sistema CJK para catalogación de materiales en chino, japonés y coreano. Se utilizan terminales e impresora especiales para crear fichas de catálogo y registros legibles por computadora con campos en los caracteres vernáculos. Además, se usa una copia de WorldCat para el servicio First Search. First Search, iniciado en 1991, ofrece búsqueda en WorldCat a usuarios finales.

Los registros de WorldCat y las bases de datos de autoridad están en formatos MARC, aunque las respuestas a las búsquedas pueden visualizarse primero en formatos truncados o breves. Los registros nuevos se ingresan en formato MARC. Hay, por supuesto, protocolos estandarizados para catalogación en las terminales de OCLC. Por ejemplo, las bibliotecas miembro están obligadas a seguir la última versión de las AACR2. También se les requiere, cuando ingresan catalogación original, chequear todo nombre, título uniforme, y encabezamiento de serie en el archivo de autoridad LC MARC. Los encabezamientos hallados en el archivo de autoridad que están codificados como AACR2 deben ingresarse en esa misma forma en la catalogación original. El sistema es altamente flexible, permitiendo a los miembros adaptar registros localmente para satisfacer prácticas y convenciones propias.

El control de calidad existe en forma de estándares publicados, a los cuales las bibliotecas participantes deben adherir. Se anima a los participantes a reportar cualquier error que encuentren en la base de datos. Los miembros del personal de OCLC chequean y corrigen los registros maestros a partir de esos reportes. Desde 1984, ciertas bibliotecas autorizadas han sido habilitadas para corregir errores directamente.

La consulta de manuales de entrenamiento y, sobre todo, la práctica, son necesarias para adquirir habilidad la codificación, la búsqueda, y la operación de las terminales. La mayoría de la gente que ha sido apropiadamente entrenada encuentra sencillo dominar las técnicas necesarias. Las fuentes sugeridas para mayor información incluyen el sitio “Documentación”
[10] de OCLC y textos producidos por redes participantes. Debe recordarse, sin embargo, que el subsistema de catálogo en línea está en constante proceso de desarrollo y cambio. Sólo deben utilizarse herramientas recientes. De hecho, generalmente es necesario suplementar los manuales con la publicación seriada OCLC Technical Bulletin para conocer las últimas instrucciones para el uso del sistema[11].

OCLC ofrece también muchos otros servicios de catalogación, incluyendo conversión retrospectiva, control de autoridades, catalogación TechPro, Site Search, InterCat, y proyectos relacionados, tales como el Cooperative Online Resource Catalog (CORC) para la catalogación de recursos de Internet
[12].

OCLC es muy activo en materia de investigación; cuenta con un equipo de investigación propio y patrocina proyectos de investigación sobre catalogación y bibliotecas. Anualmente se publica un informe sobre las investigaciones desarrolladas en OCLC.



Research Libraries Information Network (RLIN)
RLIN resultó de la adopción del Bibliographic Automation of Large Library Operations (BALLOTS), de la Stanford University, por parte del Research Libraries Group (RLG). RLG, Inc., fue constituido originalmente en 1974 por las universidades de Columbia, Harvard y Yale y la New York Public Library. Harvard se retiró en el momento que se formó RLIN, y fue reemplazada por la Stanford University. Contaba con más de 160 miembros en 1999. Otros cientos de instituciones compran servicios a RLG (por ejemplo, acceso de “búsqueda solamente” a RLIN).

El objetivo corporativo es fomentar el apoyo interinstitucional a la comunicación e instrucción académica en un clima rápidamente cambiante de incremento de costos y disminución de recursos. Anualmente las instituciones miembro eligen a los 19 miembros con derecho a voto que integran el Board of Directors (Consejo de Directores). Junto con el Presidente –funcionario ejecutivo de RLG que integra el Board con derecho a voto– establecen políticas, programas, presupuestos y estructuras de tarifas, y designan comités.

Los programas primarios de RLG son control y acceso bibliográfico, recursos compartidos, administración de colecciones y desarrollo cooperativo, preservación de materiales de investigación, CitaDel Article Citation File, distribución de documentos Ariel, descubrimiento y distribución de información Eureka, acceso Zephyr Z39.50, y programas temáticos de RLG. El componente bibliográfico, llamado RLIN, consiste de un conjunto computarizado de archivos de datos y programas de manipulación de datos. RLIN provee hojas de trabajo catalográficas, fichas impresas, cintas magnéticas, y registros bibliográficos y de autoridad en línea en formato de comunicación MARC 21; una variedad de formularios de adquisición y procesamiento; y sistema de préstamo interbibliotecario.

A diferencia de OCLC, RLIN preserva los registros bibliográficos en grupos separados con un registro bibliográfico individual para cada título catalogado por cada biblioteca. Cada biblioteca tiene acceso en línea a sus propios registros que muestran cualquier cambio local que pudiera haberse realizado. La información de existencias locales, etc. están disponibles para cada biblioteca local, y se puede acceder a datos seleccionados de los registros de otras instituciones. Esto facilita el préstamo interbibliotecario.

Todos los asientos están en formato MARC 21, incluyendo catalogación por copia añadida y mantenimiento de registros. Uno de los puntos fuertes de RLIN es su poderoso potencial de interrogación. Eureka es su servicio de búsqueda de uso sencillo que permite a los usuarios hojear por autor, título y materia; recuperar por palabra clave o encabezamiento exacto; limitar una búsqueda por calificadores tales como fecha; enviar resultados a un disco, una impresora, o una cuenta de correo electrónico, exportando en muchos formatos. Los términos de búsqueda pueden ser usados individualmente o en cualquier secuencia. Incluyen número de control de LC, todo o parte de la signatura topográfica, y encabezamientos de materia de LC. La búsqueda truncada sobre palabras de entradas principales y secundarias incluye apellidos personales y nombres de entes corporativos y entidades geográficas. Los operadores de lógica booleana AND, OR y NOT ayudan a diseñar estrategias de búsqueda adecuadas a cada caso. Todas las búsquedas son interactivas y pueden ser modificadas durante su desarrollo. También pueden hacerse búsquedas en registros de autoridad.

En 1999 RLIN introdujo la generación automática de registros de autoridad desde encabezamientos en registros bibliográficos. Si una biblioteca tiene razones para creer que un ítem será catalogado por una agencia nacional, puede ingresarse una información bibliográfica breve. Automáticamente se genera entonces una búsqueda que chequea todos los registros nuevos que ingresan en el sistema y los contrasta con la información abreviada.

La base de datos de RLIN tenía más de 30 millones de títulos en marzo de 1998, incluyendo todos los registros bibliográficos y de autoridad de LC MARC. RLIN tiene un excelente sistema de soporte para las lenguas “JACKPHY” (japonés, árabe, chino, coreano, persa, hebreo, yiddish) así como cirílico. RLIN también provee acceso al English Short Title Catalogue (ESTC), una herramienta de investigación para especialistas en literatura y cultura británicas. RLIN refleja las colecciones de grandes bibliotecas de investigación, académicas y nacionales, bibliotecas legales, archivos y museos, bibliotecas de arte y música, bibliotecas teológicas, bibliotecas médicas, colecciones de estudios de área, bibliotecas públicas y corporativas, sociedades históricas y clubes de libros.

RLG y RetroLink ofrecen “Marcadia”, una división de Ameritech Library Services. Este servicio chequea registros que han sido transmitidos vía FTP contra la base de datos de RLIN, para identificar registros con un perfil determinado, incluyendo la inserción de datos locales estandarizados. RLG ofrece herramientas y entrenamiento. El costo de catalogación es comparable al de OCLC. Un boletín bimestral gratuito, RLIN Focus, brinda información actualizada a los usuarios sobre mejoras, consejos para la búsqueda, e información general sobre el sistema, bases de datos, y servicios.


A-G Canada Ltd.

Los esfuerzos canadienses dirigidos a implementar la catalogación en red basada en computadoras fueron animados principalmente por University of Toronto Library Automation Systems (UTLAS), que se convirtió en una corporación separada en 1983 y cambió su nombre en 1988 por el de Utlas International. En 1963 el Ontario New Universities Library Project comenzó a trabajar en la creación de catálogos en forma de libro producidos por computadora, que representaban inicialmente las colecciones de bibliotecas de cinco nuevos campus universitarios en la provincia. El proyecto era facilitar la selección, adquisición y catalogación, manteniendo la flexibilidad en cuanto a formato de registro, acceso y productos. La implementación en 1965 condujo a la participación de la Universidad en el proyecto LC MARC. Para 1970 estaba produciendo fichas a partir de las cintas magnéticas MARC para vender a sus clientes, incluyendo desde 1971 al College Bibliocentre, un centro de procesamiento para 19 instituciones de educación superior en tecnología aplicada. En 1973 comenzó a proporcionar a otras bibliotecas sistemas y servicios automatizados.

El sistema UTLAS fue adquirido a comienzos de la década del ’90 y se convirtió en ISM Information Systems Management Manitoba Corporation. En junio de 1999, A-G Canada compró ISM y continúa brindando productos y servicios catalográficos, principalmente a bibliotecas canadienses.

A-G Canada Impact/ONLINE es una familia de productos de servicios en red para catálogos colectivos, a través de Internet. Los productos incluyen WebPAC, ILL, y CAT para catalogación en línea, que provee catalogación original, derivada y compartida en todos los formatos. Como los otros servicios bibliográficos, A-G Canada provee edición interactiva en línea con generación de varios productos fuera de línea: fichas, catálogos en forma de libro y en microformas producidas por computadora (COM), listas, y formularios. Como RLIN, A-G Canada mantiene copias en línea separadas de cada registro producido por cada usuario. Estas se mantienen en archivos separados, que pueden ser interrogados, pero no alterados, por otros usuarios.

La búsqueda en A-G Canada incluye uso de palabras clave conjuntamente con la posibilidad de “hojear” nombres personales, corporativos y de conferencias; títulos; series; y materias. También se puede buscar por número de control de LC (LCCN), ISBN, y otros números de control. La posibilidad de utilizar operadores booleanos ayuda a limitar las búsquedas por palabras clave. La base de datos Impact/ONLINE cuenta con más de 30 millones de títulos.


Cooperación

La obvia duplicación de recursos y esfuerzos entre los servicios bibliográficos ha sido una preocupación desde hace algún tiempo. Se piensa que debería haber medios para intercambiar datos entre los distintos servicios. Sin embargo, hay factores políticos, técnicos y económicos que deben ser tomados en cuenta. En 1980 el Battelle Institute completó un estudio sobre este tema, con un subsidio del Council on Library Resources. El estudio recomendó dos opciones: un procesamiento de búsquedas en batch para poder intercambiarlas entre los servicios bibliográficos, o bien permitir que los usuarios de un servicio tuvieran acceso directo en línea a los otros. Las recomendaciones no fueron implementadas, pero el informe atrajo la atención sobre la necesidad de cooperación.

Como resultado, se produjeron cambios de políticas y se iniciaron proyectos cooperativos. En 1982, por ejemplo, OCLC comenzó a permitir membresías parciales y membresías sólo para recepción de registros en cinta magnética. A costos reducidos con respecto a las membresías plenas, esto permitió a los participantes de otras redes (particularmente RLIN) tener acceso a la base de OCLC. Los miembros parciales pueden usar otros subsistemas que no sean de catalogación o buscar en la base de datos sin ingresar su propia catalogación. Para miembros que reciben sólo cintas magnéticas, el identificador de localización se agrega al registro maestro de OCLC para aquellos registros existentes en los archivos en cinta magnética de la biblioteca, que son comparados con la base de datos de OCLC. La mayoría de los miembros plenos de RLG se han vuelto miembros receptores de cinta magnética de OCLC. De manera similar, RLIN ha incorporado algunas cintas de OCLC. OCLC y RLIN intercambian registros CJK para mantener sus bases de datos sincronizadas para los registros en chino, japonés y coreano. Un cierto número de miembros RLG que anteriormente habían sido miembros de OCLC, querían acceso a los registros que habían creado en el sistema de OCLC. Se les dio este acceso cargando sus archivos en cinta en la base de RLIN.



PERSPECTIVAS FUTURAS

Las tendencias en tecnología de computación y el progreso en el desarrollo de estándares bibliográficos son alentadores. Por varios años, las bibliotecas han usado minicomputadoras para operar catálogos locales en línea y otras funciones de procesamiento en sistemas integrados para bibliotecas, tales como adquisiciones y el control de publicaciones seriadas, a un costo razonable. La mayoría de estos sistemas, ya sean desarrollados en la misma biblioteca o comprados a proveedores comerciales, tienen acceso a los servicios bibliográficos y los recursos de Internet, así como también a catálogos en línea de otras bibliotecas del mundo entero a través del protocolo de acceso Z39.50. Los avances en telecomunicación hicieron posibles las redes distribuidas, que consisten en una serie de catálogos individuales de bibliotecas separadas interconectadas por enlaces de telecomunicaciones o acceso a la Web. Tal configuración es especialmente atractiva en áreas en las que muchas bibliotecas comparten sus recursos de manera intensiva y realizan un desarrollo coordinado de sus colecciones.

Aún teniendo catálogos en línea locales, las bibliotecas todavía encuentran que las grandes bases de datos de las redes son valiosas como fuente para una búsqueda extendida de registros. Parece que la catalogación continuará por el mismo camino que ha seguido hasta hoy, transfiriendo registros legibles por computadora editados a las bases de datos locales en línea. El cierre de los catálogos en fichas, al menos en algunas bibliotecas, fue un gran paso en la evolución del procesamiento de materiales hacia el mejoramiento y control de calidad en la entrada estandarizada, detalles descriptivos, intercalado, preparación física, y producción económica de registros.

Las redes y esfuerzos cooperativos se expandieron hacia fines de la década del ’90 a proyectos para control bibliográfico de recursos electrónicos y objetos digitales. La base de datos Intercat de OCLC continua creciendo como fuente de registros bibliográficos para recursos de Internet. El proyecto CORC, patrocinado por OCLC, proporciona un medio cooperativo para proveer registros en Extensible Markup Language (XML) con metadatos y enlaces a registros MARC completos para recursos electrónicos. Estos experimentos proveen enlaces a motores de búsqueda para la recuperación de estos recursos en catálogos locales.

La contribución del catalogador profesional a una situación exclusivamente en línea es a veces cuestionada. Es posible que muchas bibliotecas que adquieran sólo libros publicados por editoriales comerciales y acepten la catalogación existente sin modificación ya no necesiten personal profesional para el procesamiento. Por otro lado, es muy probable que se produzca una mayor coordinación en esfuerzo de catalogación a nivel nacional. LC no puede mantener una cobertura actualizada de las publicaciones de todo el mundo. Otras bibliotecas, en los Estados Unidos y en el extranjero, han tomado la responsabilidad de la catalogación en lenguas o categorías temáticas específicas. Estándares elevados y consistentes se mantendrán en relativamente pocos centros de catalogación en todo el mundo. Es posible que el número de catalogadores profesionales se reduzca, pero el catalogador bien entrenado con competencia en una lengua o tema especial será muy solicitado. Además, los bibliotecarios de servicios al público están descubriendo que un conocimiento profundo de los códigos y convenciones de catalogación, estrategias de búsqueda en computadora, y MARC u otros formatos legibles por máquina incrementan en gran medida su efectividad en el trabajo de referencia, intercambio de información, resolución de problemas bibliográficos, y en la implementación de catálogos en línea de acceso público.
[1] Cataloging Service, bulletin 113 (Spring 1975): 7-8.
[2] Henriette D. Avram, MARC : Its History and Implications (Washington, D.C.: Library of Congress, 1975).
[3] Library of Congress, Cataloging Distribution Service. “Bibliographic Products & Services” (disponible: http://openlibrary.org/b/OL14684086M [visitado 28/10/01])
[4] N. De los T.: Works Progress Administration, que durante la época de la Gran Depresión en los Estados Unidos distribuyó fondos federales para distintos proyectos de mejoramiento de infraestructura, incluyendo proyectos en bibliotecas.
[5] “El Programa para cooperación en Catalogación (PCC)” (disponible: http://www.loc.gov/catdir/pcc/pccinfsp.html [visitado 28/10/01])
[6] “OCLC Online Computer Library Center” (disponible: ¡http://www.oclc.org/ [visitado 28/10/01])
[7] “Research Libraries Group” (disponible: http://www.oclc.org/research/ [visitado 28/10/01])
[8] “A-G Canada, Ltd.” (disponible: http://goliath.ecnext.com/coms2/product-compint-0000861509-page.html¡ [visitado 28/10/01])
[9] Para descripciones generales y comparaciones de los principales servicios bibliográficos, véase William Saffady, “The Bibliogaphic Utilities in 1993: A Survey of Cataloging Support and Other Services”, Chicago: American Library Association, 1993, en Library Technology Reports 29, no. 1 (January/February 1993).
[10] OCLC. “Documentation” (disponible:http://www.oclc.org/support/documentation/ [visitado 28/10/01])
[11] OCLC. “Technical Bulletins” (disponible: http://www.oclc.org/support/documentation/technicalbulletins/. [visitado 28/10/01])
[12] OCLC. “Cooperative Online Resource Catalog” (disponible: http://www.oclc.org/connexion/ [visitado 28/10/01])


FUENTE:
Taylor, Arlene G. Wynar´s introduction to cataloging and classification. – 9th ed. / with the assistance of David P. Miller. – Englewood : Libaries Unlimited, 2000.19 CENTROS DE PROCESAMIENTO, REDES Y PROGRAMAS COOPERATIVOS

lunes, 22 de febrero de 2010

Bibliotecas en guerra













Los que destruyen libros son los que reconocen la importancia de los libros. Los biblioclastas saben que, sin la destrucción de los libros y documentos, la guerra esta incompleta, porque no basta con la muerte física del adversario. También es necesario desmoralizarlo. (Con relación a los sucesos en Yugoslavia en 1999 y en Irak en 2003.) Fernando Báez / Educador y bibliotecólogo. Consultor de la Unesco. Extractado de su artículo
¿Qué pasó en la Biblioteca Nacional de Bagdad? Cualquier explicación que proporcione tiene su punto de arranque en la visita que hice a la biblioteca, un edificio de tres pisos uniformes de 10.240 m2, con celosías arábigas en todo el medio, construido en 1977 y localizado en Rashid, paralelo al deteriorado y antiguo Ministerio de Defensa (destruido durante los bombardeos de 1991).
Cuando llegué, permanecía en pie una estatua de Hussein con la mano izquierda en posición de saludo y la derecha sosteniendo contra su pecho un libro (aunque no se crea, Hussein, autor de varios libros, particularmente novelas, era un lector voraz y consecuente). Entiendo que esa estatua fue derrumbada, como todas las otras. En las escaleras del frente estaba un grupo de soldados estadounidenses, algunos de ellos latinos. Fumaban sus colillas de cigarro con desidia y se divertían con bromas rápidas. No voltearon ni para mirarme. La fachada, en el centro, sufrió daños por el fuego, que alcanzó a quemar las paredes, dejando manchas negras enormes. Rompió con tal fuerza las ventanas que imprimió en el sitio un aire melancólico.
El saqueo de la Biblioteca, según me comentaron, estuvo precedido por algunos hechos desconcertantes. Primero fue el ataque a Bagdad con bombas Moab y misiles, que destruyeron más de 200 edificios públicos, decenas de mercados y negocios. La operación fue llamada «Impacto y pavor» y se mantuvo durante los últimos días de marzo. El 3 de abril se iniciaron los combates en el aeropuerto Saddam Hussein, a diez kilómetros del centro. El 7 ya había tanques en las calles. Hacia el 8 de abril, las tropas estadounidenses ya tenían control de ciertas zonas de Bagdad, una ciudad bastante extensa si se considera que ocupa casi 24 kilómetros y cuenta con más de 730 barrios.
Fue el día 10 cuando, procedente de los suburbios, se reunió una multitud en la Biblioteca, que no estaba defendida por ninguna unidad militar. Al inicio predominaron la cautela y la prisa, luego el descaro, y una anarquía impuso las reglas de saqueo. Niños, mujeres, jóvenes y ancianos se hicieron con todo lo que pudieron, de un modo selectivo, como si hubieran ido de compras. El primer grupo de saqueadores, que contaba con un apoyo externo, sabía dónde estaban los manuscritos más importantes y se apresuró a tomarlos. Otros saqueadores, hambrientos y resentidos con el régimen depuesto, llegaron después, en busca de objetos valiosos, y provocaron el desastre posterior. La muchedumbre corría por todos lados con los libros más valiosos. También cargaban consigo las fotocopiadoras, resmas de papel, los equipos de computación, las impresoras, los muebles y las máquinas donadas por la Unesco. En las paredes, quedaron escritos mensajes como «Muerte a Saddam», «Muere Saddam», «Saddam apóstata». Inexplicablemente, un camarógrafo filmó sin prisa estos actos y luego se desvaneció sin dejar rastro. Es posible que cualquier día podamos ver esa triste cinta, que va a revelar un misterio tan curioso como el de la quema de la Biblioteca de Alejandría: ese misterio es cómo sabían los saqueadores que las tropas estadounidenses no les dispararían y por qué algunos de ellos tenían listas con órdenes.
Los saqueos se repitieron una semana más tarde y, sin mediar palabra, un grupo llegó en autobuses de color azul, sin sellos oficiales, el día 13, y alentado por la pasividad de los militares que circulaban unas calles más allá, roció con algún combustible los anaqueles y les prendió fuego. Es obvio que se hicieron también piras con libros para encenderlos. Según otra versión, se usaron fósforos blancos, de procedencia militar, para el incendio, y hay evidencias que lo confirman. Pasadas unas horas, una columna de humo podía verse a más de cuatro kilómetros y en ese incendio voraz desaparecieron las obras. Entre otros daños, ardieron las viejas máquinas y algunos periódicos. En el tercer piso, donde estaban los archivos microfilmados, no quedó nada. El calor, según pude constatar, fue tan intenso que dañó el piso de mármol y causó severos deterioros en las escaleras de concreto y el techo. Todo se convirtió en oscuridad y, por supuesto, en ruina. En el mismo ataque fue destruido el Archivo Nacional de Irak, en la segunda planta de la Biblioteca, que contaba, por cierto, con un equipo de trabajo de 85 personas. Desaparecieron millones de documentos (algunos hablan de doce, otros de dos o tres), incluso algunos del período otomano, como los registros y decretos.
Concluido el desastroso pillaje, no había literalmente nada que hacer. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, a manera de excusa ante estos hechos, comentó que «la gente libre es libre de cometer fechorías y eso no puede impedirse». El anterior director de la Biblioteca se lamentó con nostalgia: «No recuerdo semejante barbaridad desde los tiempos de los mongoles». Aludía a que en 1258 las tropas de Hulagu, descendiente de Gengis Kan, invadieron Bagdad y destruyeron todos sus libros arrojándolos al río Tigris.
Entre otros textos, desaparecieron ediciones antiguas de Las mil y una noches, de los tratados matemáticos de Omar Khayyam, los tratados filosóficos de Avicena (en particular su Canon), Averroes, Al Kindi y Al Farabi, las cartas del Sharif Husayn de La Meca, textos literarios de escritores universales como Tolstoi, Borges, Sábato, manuales de historia sobre la civilización sumeria… Es sorprendente, y lo digo con la mayor malicia del caso, que la primera destrucción de libros del siglo XXI haya ocurrido en la nación donde tuvo lugar la invención del libro en el año 3200 a.C.
Fuente:
El arca digital

sábado, 20 de febrero de 2010

El ocaso del libro impreso

Por: Fabián Andrés Scabuzzo

Le han cantado loas por lo que es y representa, adorno utilitario para unos y para otros el puente al saber, los libros no contarán mucha más historia.
Hoy, con la presentación del iPad, Macintosh unió la laptop con el reader, ese artefacto que permite leer libros, para crear un producto que servirá – no solo para una buena lectura – sino para todo lo que sirve una compu.
Era el capítulo que faltaba para demostrar que la computadora e internet vinieron a reemplazar a los libros, a quienes vencen en una silenciosa batalla.
Ya hace tiempo que la gente está abandonando al libro en medio de un mundo que no permite el momento para la lectura y lo reemplaza con la web, la televisión o el cine. Esta situación ha empeorado en países como Argentina que no han elaborado programas de estímulo al libro, las editoriales se han fundido o convertido en editoras de best sellers y libros de cocina y autoayuda. Para el bolsillo del argentino medio un libro es carísimo.

Así como vimos desaparecer al disco de vinilo, ahora convertido en objeto de culto de DJs y coleccionistas, el libro se convertirá en un elemento de ferias de antigüedades o se les darán otros usos: he estado viendo en estos días un programa que los destinaba a la decoración, armando mesitas y repisas con libros viejos.
En Rosario ya casi nadie va a las bibliotecas, que pronto serán anexos de museos o archivos para uso académico, tal como los rollos del Mar Muerto o los papiros egipcios.
Todo se termina y pronto con un tablet será posible tener acceso a todos los libros que se nos ocurran, comprados o pirateados de la web.
Ya estoy pensando en todo el espacio que recuperaré de mi pequeño departamento cuando saque esos horrendos libros de los estantes, un juntadero de polvo que ya no quiero plumerear más. Voy a conservar algunos dedicados, especialmente uno de Fontanarrosa.
Con la tablet, que quizá compre en cuotas en unos años, el conocimiento será minimalistay excluyente, no solo se ahorra en muebles sino que podré ir a leer a la plaza 25 de Mayo en medio de punks y tetrabricks, aprovechando el wi-fi municipal.
Y lo más importante es que ya no tendré que robar libros ajenos ni reclamar los que mis amigos no devuelven. El iPad no se presta y si querés el último de Isabel Allende te lo mando por mail.Leer más:
http://www.ensulaberinto.com.ar/2010/01/el-ocaso-del-libro-impreso.html#ixzz0dy3bLJ6G

viernes, 19 de febrero de 2010

La misión del lector

Por: Isabel Espinosa Arronte
Resumen: La problemática del «fin del libro», nacida no solo a partir de la eclosión de las nuevas tecnologias, ha situado al lector en una nueva posición intelectual. La lectura ha dejado de ser exclusivamente lugar de reflexión, para convertirse en lugar de intervención. Con ello el lector ha asumido una responsabilidad inédita y, al mismo tiempo, fácilmente eludible. En este artículo se hace un breve recorrido por las características del viejo y el nuevo paradigma textual y se abren cuestiones acerca del sentido de la lectura en el actual discurso de la inestabilidad. Los recientes acontecimientos históricos, finalmente, servirán para apuntar posibles claves conceptuales para la construcción de la nueva figura del lector.

La biblioteca.
Pensar el lector quiere decir identificar el lugar en que «acontece» el momento significativo del texto. Tradicionalmente, consideramos que lee quien, al pasar la vista por lo escrito, «reconoce» los signos y los comprende [1]. Esta definición se apoya en la estructura de aquello que aun hoy identificamos como libro, un objeto que presupone la mirada, dirigida y lineal. Desde el inicio de la lectura individual y silente en el s.v, este movimiento hacia la comprensión incluye un momento de reflexión, es decir, de repliegue del lector hacia sí mismo inducido por «eso otro» que es el texto. La superficie del papel actúa entonces como espejo es decir, como exterioridad que refleja y restituye, en un giro que modifica al lector y consiente su «autorreconocimiento». Algunos autores (Kerchkove,1999: 83) ven precisamente en la tecnología del libro el caldo en que se cuece la filosofia de la conciencia y la identidad privada.

Según esta línea, el proceso de interiorización, la lentitud y el estatismo que implica la lectura en papel serían perfectos acompañantes -hábitos intelectuales óptimos- para la aparición de la conciencia. El libro, por su condición material, delimita la existencia de un afuera, al otro lado de los recorridos silenciosos e internos de la página.

Es en este «más acá» íntimo donde el lector por fin existe y se recoge, por oposición al mundo exterior. En esta tesitura, el libro aparece como instrumento «productor» de un tipo peculiar de personaje conceptual: el lector mudo y solitario, «autoconsciente».

La lectura, en el modelo que acabamos de mencionar, se presenta como primordialmente introspectiva. Las palabras fijadas en la hoja impresa dictan el gesto ocular que retiene al lector en la labor, volcada hacia dentro, de interpretación. En este sentido el libro «ocupa» al lector, lo invade -y lo paraliza físicamente- separándolo temporalmente del mundo. Solo diferidamente el lector puede llegar a exteriorizar el texto y transformarlo en acción. Mientras tanto, la lectura permanece contemplativa.

El rasgo que estructura esta relación con el libro es la distancia. La separación del objeto -que permanece siempre allí en frente, esperando- consiente la organización dicotómica de la lectura. Existe un lector y, a treinta centímetros, un texto. De este modo, se impone no sólo una cierta actitud intelectual (la contemplación) sino también una relación particular con el espacio y el tiempo.

La distancia con el objeto marca fronteras y nos coloca en espacio de volumenes diferenciados en que se distinguen las posiciones. Por su parte, la necesidad de seguir las lineas de un texto estático obliga a la lentitud. El tiempo deviene lento y lineal. Además, desde que el libro salió de los monasterios y se abandonó su lectura comunitaria, el elemento propicio para leer es el silencio (que convoca la atención del lector y le permite elaborar su propia interpretación).

Por otro lado, el caracter unitario y delimitado de la página convierte el acto de leer en un trabajo acumulativo, de acopio y sedimentación de contenidos. Sin embargo, el lector no es exactamente un «recipiente» puesto que el trabajo de incorporación es dinámico y dialéctico. El resultado, tras la lectura, tiene que ver con la conformación de nuestra identidad tanto personal como cultural. En el primer caso, como vimos más arriba, el lector accede a un reconocimiento de sí mismo y del mundo a través de la experiencia lingüística. En el segundo caso, la adquisición de un determinado saber libresco nos inscribe en un contexto preciso (saber culto-occidental) que conforma nuestra relación con la comunidad.

La persona «leída», es decir, aquella que ha acumulado una cierta cantidad de información a través de los libros, ocupa un lugar concreto en la sociedad: el del intelectual, que ejerce un cierto poder espiritual o ideológico en la colectividad.
En este paradigma el lector encuentra su sitio cómodamente. Su tarea consiste en acceder al texto que le viene dado y con el que dialoga. Su objeto es el libro.

La tradición nos dice, sin embargo, que este objeto contiene en sí mismo la voluntad de autoperversión. Desde el libro lleno de libros que es el Quijote, a la Rayuela o «libro para saltar» de Cortázar, se ha tenido siempre la tentación de interpelar al lector, de modificar, pues, el esquema de responsabilidades (que, en este modelo clásico asume fundamentalmente el autor).

El libro por venir
La famosa «crisis del libro», y del modo de leer que lo acompaña, no nace con la eclosión de las nuevas tecnologías [2]. Los intentos de desestructurar el modelo dicotómico de lectura recorren los planteamientos del arte conceptual del s.xx, la poesía de Mallarmé, los trabajos de Derrida, Blanchot… Sin embargo, la aparición del texto digital inaugura un nuevo laboratorio de experimentación de formas anheladas de lecto-escritura.

Lo interesante de este tipo de texto no es que plantee nuevos desafios sino que se revela como realización positiva de un viejo ideal lingüístico de dispersión y descentramiento. Quedan por ver los límites de este nuevo texto y las modificaciones que introduce en el papel del lector.

La cuestión se presenta en forma de problema. Las llamadas «nuevas tecnologías», así como los intentos poéticos y artísticos de desestabilización del texto, no definen claramente el nuevo objeto de lectura. Es más, éste se presenta como esencialmente problemático, no hay garantía de un «punto de llegada» en esta búsqueda. La problemática del libro lo es también del lector, en tanto figura relativa.

La intromisión de nuevos lenguajes a través de videos, sonidos, interfaces de toda clase, u obras textuales dispersas en elementos arquitectónicos de una ciudad, performances, etc. hacen que leer se convierta en una forma de exploración e improvisación que implica no solamente la mirada.

Desde hace ya varios años, ante estas desconcertantes experiencias de lectura y su creciente difusión, nos debatimos entre el entusiasmo (sobre todo tecnológico) y el miedo.

Miedo.
Para ilustrar el miedo, como desde siempre ha hecho la literatura de ciencia ficción, nada mejor que fijarnos en las nuevas tecnologías. Sus teóricos no cesan de advertirnos de los cambios en nuestros modos de relación con la información y con el entorno surgidos de nuestra relación cotidiana, por ejemplo, con la pantalla:
[...] la distinción importante es que, en la pantalla, lo que es accesible a nuestra entrada, lo experimentamos en un diálogo, un intercambio que se remonta a un tiempo anterior de comunicación oral en el que la información era procesada externamente, por medio de nuestras interacciones con el resto del mundo. El significado nacía de la acción en lugar de nacer de la contemplación.

Fue con la contemplación, con el procesamiento interno de la información suministrada por las palabras fijadas de la hoja impresa, que nació el yo. En la Red, la identidad se hace muy flexible. [3]

La oralidad recuperada con las nuevas formas de lectura se presenta como activadora de fuerzas de interacción pero, al mismo tiempo, constituye una importante amenaza al yo tradicional. El mismo Kerchkove, teórico de las nuevas tecnologías pero pensador neoliberal, recomienda a las instancias educativas y a los gobiernos «informarse sobre la relación existente entre alfabetismo[libresco] y la privacidad de la mente».

Para él: Todos deberíamos darnos cuenta de que [los libros] no pueden desaparecer, que es crucial mantener la presencia de los libros no sólo como tecnologías para el procesamiento de la información, sino como tecnologías del ser. [4]

La desazón surge por el posible debilitamiento de las «mentes privadas», esto es, por la disolución del individuo aislado típico de las sociedades capitalistas. Pero la defensa del texto sobre papel está también asociada al discurso nostálgico de algunos pensadores como Baudrillard:
Con mi máquina de escribir el texto está a cierta distancia; es visible y puedo trabajar con él. Con la pantalla es diferente, uno tiene que estar dentro; se puede tratar con ella, pero solo si se está en el otro lado, inmerso. Esto me asusta un poco y el Ciberespacio no me resulta de gran utilidad personalmente.[5]

El miedo de Baudrillard también tiene que ver con la pérdida y la desaparición de esa instancia íntima del yo «separado». Con el ordenador ya no existe el momento de reconocimiento que la distancia procura. La identidad se ve en crisis por las modificaciones de nuestra relación con el espacio y el tiempo. El riesgo, otra vez, es el de la disolución:
Uno ya no está frente al espejo; uno está en la pantalla, lo que es completamente diferente. Uno se encuentra en un universo problemático, se esconde en la red, lo que quiere decir que ya no está en ninguna parte. [6]

«Estar en niguna parte» es la condición del nuevo lector. Identificar ese «momento significativo» de la escritura, del que hablabamos al principio del artículo, se torna una tarea compleja, que nos obliga a modificar los parámetros mismos de la búsqueda, puesto que las partes en causa (texto-escritor-lector) se funden.

En el nuevo texto, el lector abandona su posición en el juego del yo y el tú, se esconde. El camuflaje y simulacro se convierten en prácticas naturales precisamente porque el lector ya no permanece distante fisicamente, sino que pasa a estar dentro del texto, se ve obligado a intervenir, y por ello mismo, a intentar ocultarse (en tanto autor involuntario o avergonzado). La simulación es la actitud intelectual subyacente a esta modalidad de lectura.

El texto digital, pues, modifica el modo de aproximación a «lo otro». Por su carácter «inmersivo» la pantalla desdibuja definitivamente los perfiles lector/texto y rompe de esa manera la estructura dicotómica que permite el juego del reflejo. Con la nueva perspectiva textual, entra en crisis el reinado de la conciencia.

Este lenguaje plantea nuevas condiciones para la lectura, alejadas de la hegemonía de la introspección. Los temores que despierta tienen que ver, entre otras cosas, con el abandono de una tradición (filosofia de la conciencia) pero también con el desconcierto por la nuevas responsabilidaes que recaen sobre el lector. El espesor significativo de la lectura ya no se apoya en un trabajo de interiorización del individuo, sino en la interacción y la operatividad.

Acción, reversibilidad, fluidez.
Al vincularlo con la oralidad, Kerchove ponía el acento de la nueva textualidad en el carácter activo de la producción de significados. Otros autores (Colina, 2002) también han señalado este aspecto, poniendo de manifiesto el traslado de la centralidad del acto comunicativo hacia el canal de comunicación:
El lenguaje informático está conformado, fundamentalmente, por actos ilocutivos: una instrucción de un programa, más que decir algo, hace algo.

Programadores, operadores y usuarios conviven en un mundo de acciones por más que estén compartiendo sentidos. Las palabras del hipertexto tienen el ostensible poder de realizar acciones, y los enlaces no vinculan exclusivamente contenidos: relacionan recursos y modalidades comunicativas [7]

El texto digital «es acción o no es» [8]. Se constituye como un campo de fuerzas que va más allá de la intertextualidad clásica. Leer consiste, entonces, en conectar unos puntos con otros, mover el ratón, esperar, escuchar o levantarse, trasladarse entre los contenidos. El gesto intelectual pasa del acto contemplativo a la puesta en marcha de interacciones.
Este tipo peculiar de acción está, además, marcada por un rasgo que la torna aún más inasible teóricamente: la reversibilidad.

En el lenguaje digital, el hacer genérico de la ejecución de un programa informático está acompañado de haceres, acciones y prácticas sociales variopintas. Sin embargo, el lenguaje electrónico introduce un tipo específico de hacer que tiene como originalidad su propia reversibilidad; por ejemplo, en cierto tipo de programas del entorno Windows, nuestra actividad inmediata puede eliminarse o revertirse con sólo pulsar «deshacer». El hacer virtual es reversible, a diferencia de la vida y del hacer real, que serían más sencillos si poseyeran dicha característica.[9]

En teoría, este aspecto aligera el peso conceptual y ético de las palabras. La decisión -y la palabra- pierden relevancia en la posibilidad del infinito avance y retroceso. Braudillard denuncia el peligro de la pérdida del sentido de la escritura, en cuanto que la reversibilidad supone una perfección virtual del texto, excluye el error y, en esa medida, la «voz» que comunica y produce significados:
La posibilidad de ajustar indefinidamente la versión correcta crea una suerte de ilusión de perfección del texto que le proporciona otro encanto, una construcción diferente de aquellas que antes poseía la escritura. El resultado de esta búsqueda de perfección resulta problemático. Tenemos la impresión de que la máquina opera más allá de los fines de la escritura.[10]

La reversibilidad del texto electrónico desorganiza la estructura de imputabilidad de la escritura ligada al texto fijado; por otro lado, sostiene una fantasía de perfección virtual y con ello privilegia el aspecto operativo de la producción de discursos. No importa el sentido de la elocución, lo importante es que se puede cambiar. De esta manera se debilita la voz -o las voces- significantes en favor de una plasticidad ilimitada. Sin embargo, esta misma característica es la que confiere a la lectura un papel inusual. Si en el modelo clásico el lector se enfrentaba a una unidad textual acabada, a un discurso más o menos perfecto, en esta nueva modalidad el discurso nace de la voluntad del lector. El peso conceptual surge con la intervención necesaria, aunque no suficiente, de quien lee.

En la medida en que las palabras pueden en cualquier instante deshacerse y volver atrás el texto digital es inestable y en este sentido fluido. Sin embargo, su fluidez no tiene que ver solo con la reversibilidad. La densidad del hipertexto -con su entrecruzamiento de líneas, superposición de niveles, saturación de conexiones y significados- es fácilmente traspasable, y este es otro de los rasgos de su fluidez. Los nodos son inmediatamente accesibles unos a otros a través de los enlaces.

La estabilidad se pierde en el momento en que se puede «navegar» sin obstáculos de una unidad textual (si se puede conservar todavía tal noción) a otra u otras de distinta profundidad. Lo digital es dinámico, abierto y «viscoso». Además actúa siempre facilitando la liquefacción. Todo texto volcado electrónicamente pierde en ese instante los límites y se transforma en un nuevo nodo abierto al resto y manipulable en pequeños gestos de lecto-escritura o navegación digital.

Uno de los principales efectos de la digitalización es la transformación de lo sólido el líquido. Cualquier cosa que pueda ser digitalizada puede trasladarse a cualquier otra cosa que pueda digitalizarse.[11]

En este contexto, la critica literaria, por ejemplo, perdería su estructura tradicional para convertirse en una ciencia hidráulica. Ya no es concebible aquí el análisis de un volumen acabado, ni el estudio de un autor, sino tan solo la observación del equilibrio y comportamiento de textos inestables en canales de comunicación variopintos. Efectivamente, la tarea se vuelve problemática. Mucho más si tenemos en cuenta que la traspasibilidad de los enlaces pone al lector en contacto con una multiplicidad de acontecimientos que atraviesan distintos niveles de realidad: movimientos de capital, flujos de información, activismo político, etc circulan en la red y se pueden introducir en el texto por voluntad o por azar. La otra cara de la hipermediatización de la realidad es, precisamente, la intromisión de estos aconteceres históricos (concretos) entre medias de la lectura. Ambos polos -texto y suceso- se alimentan y comparten una común inestabilidad. El arte ha sabido interpretar el efecto licuefactor de esta textualidad y el modo en que ello altera nuestro aproximación al mundo:

Nosotros pensamos que no todo lo sólido se desvanece en el aire, sino que se diluyen en la multiplicidad de fluidos que conforman la experiencia del hoy. Un mundo compuesto de corrientes, siempre cambiante y siempre en movimiento, donde los elementos son transformables y dependen de ese entorno que es variable también.[12]

En este discurso de la viscosidad surge el interrogante fundamental acerca de los itinerarios. La simple navegabilidad, esto es, la completa dispersión del texto, aniquilaría la existencia de rutas intelectuales. La figura del nómada, para hablar en terminología deleuziana, encarnaría entonces la nueva figura del lector. No hay un destino prestablecido pero sí la necesidad de establecer «puntos» (de acampada, de reunión, de agua…) en el desierto.

En ausencia de «libros», de límites materiales a la escritura, las unidades textuales posibles corresponden a los «puntos de sentido», es decir, a las decisiones del lector. Sin ellas sería imposible distinguir entre operatividad ciega (azar) y lectura.

¿A qué llamamos leer?
Nuestros libros conforman, como hemos visto, una cierta relación el espacio y el tiempo que se ve totalmente alterada en el nuevo modelo. Por ejemplo, con el universo hipermedia desaparece la distancia, por la posibilidad de intervención del lector y por la conexión inmediata entre textos. La palabra es el propio medio, el enlace, la acción que empasta y condensa unos nodos con otros. Se debilita la «unidad textual» y con ello, inevitablemente, la posibilidad de poner en juego contenidos articulados y dialogar con ellos, como solemos hacer ante la página impresa.

Asimismo, el tiempo se comprende de manera distinta en tanto que lo escrito pierde su relación con la memoria, deja de ser registro para ser lugar de constante actualización (como observamos, por ejemplo, en los periódicos electrónicos). La reversibilidad y la inestabilidad del texto digital anulan la historicidad del discurso y el tiempo se vincula entonces a la conectividad y la inmediatez.

La alteración de estos ejes importantes de discursividad (espacio-tiempo) tienen como consecuencia que el texto pierda su eficacia como instrumento para la producción de significado o para el reconocimiento. La palabra, traspasable e inestable, se convierte en proyectil arrojado al azar, sin contexto definitivo, ni, por tanto, sentido si no es por voluntad del lector, que debe insertarla en un texto del que es responsable. Se convierte, de este modo, en la nueva herramienta, es decir, el medio por el cual se confecciona el discurso. Ya no puede «aprovecharse» del texto para sus fines, sino que se convierte en su mecanismo para la transformación y elaboración.

El arte se ha inquietado por explotar y experimentar esta nueva condición. En ocasiones, sin embargo, estos intentos conducen a propuestas paradójicamente pasivas. Un ejemplo lo encontramos en esta declaración en que el grupo Transnational Temps invita a la lectura de su instalación:
Palabras de agua es un sistema que pretende invitar a navegar a través de las ideas, de los conceptos, de los datos, buscando siempre una transversalidad en el viaje, una transgresión de los límites preestablecidos.

Las cartas de navegación que marcan recorridos nos obligan a salir de unos mares para poder entrar en otros, a esperar a que baje la marea antes de que suba otra vez, y nosotros soñamos con ser surfistas en el pico de la ola, una ola que no rompe nunca y en la que hacemos un floater sin fin. Pasar de un punto álgido a otro y que en medio sólo acontezca un dulce devenir. [13]

Se propone aquí una aproximación casi inercial al texto. El «dulce devenir» abstracto y recreado en sí mismo es expresión del abandono del texto jerárquico, facilitado por los nuevos modos de lecto-escritura. Esta actitud es frecuente también en la interacción dentro de la red, en que a menudo nos encontramos no navegando, sino «flotando» de un lugar a otro. La pregunta que se plantea es, en este caso, dónde queda el significado, hacia dónde se dirige el discurso, cuál es, en estas circunstancias, el sentido de la lectura. ¿Cómo es posible el dialogo (con el texto) en ausencia de logos?

Evidentemente este no es el único camino que se abre. El éxito discursivo, por ejemplo, de ciertos movimientos políticos, artísticos y literarios en la red demuestran que existe la posibilidad establecer rutas. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que internet no corresponde exactamente a la plaza pública. La ocultación del yo, de la que hablabamos más arriba, impide el reconocimiento de las «marcas sociales» de cada uno y, favorece, por tanto, la perversión del texto y la intromisión de discursos no deseados (comerciales, publicitarios, etc). El continuo entrecruzamiento de niveles hace de la red un ámbito de vulnerabilidad de la escritura.

Por otro lado entra el crisis la figura del intelectual, de la persona «leída». ¿Seguimos considerando que quién pasa mucho tiempo «leyendo» frente a la pantalla representa la referencia culta de la colectividad? Más allá del discurso de casta, el sentido de esta pregunta tiene que ver con la acción del texto, su huella significativa sobre la persona que lee.

La construcción personal que se asocia al libro, ¿sigue siendo posible? ¿Sigue existiendo esta huella en el paradigma de la nueva textualidad? Una vez que ha desaparecido la tinta, ¿hay algún rasgo reconocible que permita identificar la intención, el significado y el peso de la escritura y la lectura?

El sentido de la lectura.
La cuestión es problemática. Si tiene algún sentido formular estas preguntas es solo porque la posmodernidad no ha saturado el espacio social. Además, algunos hechos históricos recientes están contribuyendo a reducir el poder simbólico de la desjerarquización absoulta y armonizan con la búsqueda de formas de lectura de nuevo significativas.

Con el estallido de la crisis se ha restituído en un amplísimo nivel el esquema de imputación, en cuanto que el aparente mecanismo abstracto del mercado se ha revelado un instrumento utilizado por personas identificables. De este modo, se ha recuperado en el discurso público la noción de autoría.

Simultáneamente, se ha inciado un proceso de empobrecimiento económico entre la población del mundo occidental que presagia un repliegue anti-consumista y creativo (simbólicamente dirigido) ligado a la experiencia de la precariedad, que, en principio, implica la recuperación del valor de la palabra intencionada (para protestar, para llorar, para desesperarse). Ambos fenómenos contradicen la práctica de la pura navegabilidad.

Por otra parte, la corporalidad y la afectividad -presentes en estas como en todas las experiencias dolorosas- llaman a esta búsqueda del sentido y establecen prioridades, por lo que reaparecen como coordenadas posibles para orientarse en la nueva textualidad fluída. Son, por lo demás, nociones viejas, muy presentes en la tradición de pensamiento occidental (desde Platón hasta las corrientes feministas).

El nuevo lector-autor, en un tiempo y espacio distorsionados, cuenta apenas con la propia experiencia (afectiva, corporal, intelectual) como referencia para discernir en la amalgama de contenidos y elaborar un texto, siempre y cuando quiera. La gran diferencia frente al libro es, justamente, que la voluntad del lector es aquí la que determinará la importancia, la secuencia y la articulación del contenido.

A lo largo de este artículo hemos intentado rastrear el sentido de la lectura en el rompecabezas de la nueva textualidad. No se trata de una mera discusión acerca de los soportes -pantalla o papel- sino más bien una reflexión sobre la misión del lector en este contexto. Hemos visto que su posición ante los fenómenos de licuefacción textual le atribuye responsabilidades inéditas y, al mismo tiempo, le permite escabullirse y diluir su presencia en favor de la mera operatividad.

La hipermediatización de la realidad, el carácter inmersivo de los nuevos medios, la conectividad exasperada en la red y otros fenómenos que hemos observado en este artículo convergen para componer un panorama indefinido, sin límites textuales ni jerarquización de contenidos.

En la «búsqueda del texto perdido», el lector puede incorporar la experiencia al ejercicio de leer, lo quiere decir restablecer en cierta medida el tiempo (la memoria), el cuerpo y la afectividad, que se presentan de momento, solo como herramientas posibles para operar el discurso y, con ello, preservar el sentido mismo de la lectura.

NOTAS
[1] r.a.e. « Pasar la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la significación de los caracteres empleados» 2. «Comprender el sentido de cualquier otro tipo de representación gráfica.»
[2] Santana, s. «El libro por venir. Acerca del texto virtual y su lectura matérica.» En Escritura e imagen, vol.2 (2006), Universidad Complutense de Madrid.
[3] Derrick de Kerckhove, Inteligencias en conexión. Hacia una sociedad de la web, Barcelona, Gedisa, 1999 (Traducción del inglés TsEdi, Teleservicios editoriales, S.L.), p. 83-84
[4] Kerchkove, p.157
[5] Jean Baudrillard (1996): «Baudrillard on the New Technologies: An interview with Claude Thibaut» en Cybersphere 9: Philosophy (en red). Disponible en World Wide Web: http://www.egs.edu/faculty/baudrillard/baudrillard-baudrillard-on-the-new-technologies.html (Última revisión: 16/7/2008) «With my typewriter, the text is at a distance; it is visible and I can work with it. With the screen, it’s different; one has to be inside; it is possible to lay with it but only if one is on the other side, and immerses oneself in it. That scares me a little, and Cyberspace is not of a great use to me personally»
[6] Baudrillard
[7] Carlos Colina, El lenguaje de la red. Hipertexto y posmodernidad, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2002, p.55.
[8] Colina, p. 5
[9] Colina, p.56
[10] Baudrillard «The possibility of indefinitely adjusting the correct version creates a sort of fantasy of perfection of the text which gives the latter another allure, another construction than those which their earlier writing possessed. The result of this quest for perfection remains problematic. We have the impression that the machine operated beyond the ends of the writing.»
[11] Kerchkove, p.179
[12] Transnational temps, «Palabras de agua: viajar fluidos», en Dinámicas fluidas, catalogo del I Festival Internacional de arte, ciencia y tecnología, Madrid (Centro Cultural Conde Duque), 2002, p.101. Instalación, creación de una interface.
[13] Transnational temps, p.101
Fuente: http://hernanmontecinos.com/2009/10/28/la-mision-del-lector/